Al hablar de erotismo nos referimos a todo aquello que logra que el estímulo sexual sea efectivo y que nos permite conectar con lo placentero, agradable e instintivo. El estímulo sexual es efectivo cuando parte del deseo, de las ganas, de la necesidad de contactar y es precisamente el erotismo aquello que nos permite lograrlo.
El erotismo se hace real a través de estímulos internos y externos. Los externos se vivifican a través de nuestros sentidos y crean experiencias que adquieren significado a través de lo que imaginamos, pensamos y sentimos, es decir, lo que interpretamos. De hecho, hoy en día se sabe que el cerebro es el órgano más potente de la sexualidad, así como la piel el más grande. Cuando los estímulos externos e internos se combinan dan como resultado una situación erótica.
La sensualidad juega un papel primordial en el erotismo y no debe confundirse con la idea de que para ser sensual es necesario proyectar y portar determinada imagen; como si el sentir deseo o recibir placer estuvieran condicionados a cumplir con ciertos estándares de belleza, que al no ser asumidos como propios rigidizan la conducta de la persona.
Tal es el caso de la pornografía, la cual generalmente nos pinta escenarios irreales al presentarnos conductas estereotipadas, “cuerpos perfectos” y la culminación de respuestas sexuales automáticas e instantáneas, entre otros. El riesgo está cuando asumimos que para que una relación sexual sea funcional debe contener características similares a las de un contexto que es ficticio.
Pero, ¿qué es en realidad lo que requerimos para sentir placer con nuestra pareja? Estímulo, disposición, vínculo y conciencia son algunos ingredientes que contribuyen a la formación del deseo. Al contar con estos elementos es más probable que la pareja se conecte a un nivel de mayor intimidad que dan pie a que el erotismo surja como un acto creativo y novedoso entre dos.