Cuando en un matrimonio se asoma la posibilidad del divorcio, muchas de las veces se toma la decisión desde una parte más emocional que racional, pensando que al dar este paso se solucionarán los problemas que se han venido gestando por determinado tiempo.
Sin embargo, debemos saber que un divorcio tiene un impacto no sólo a nivel legal, sino también en el aspecto emocional y psicológico de las personas. Firmar un papel no es garantía de que todo regrese a su lugar de un momento a otro, por el contrario, además de los problemas acumulados, en muchos de los casos se sumarán otros que será necesario resolver posterior al trámite.
La ruptura de una pareja inicia cuando se da un resquebrajamiento en la base estructural que la conforma y bajo la cual se edificó. Esta estructura se encuentra formada por una serie de valores relacionales como la reciprocidad, el compromiso, el amor, la comunicación, el respeto, la lealtad, entre otros. Esto generalmente sucede cuando uno de sus miembros comienza a conducirse en contra de este contrato emocional y cambia sus prioridades.
Ante un probable divorcio, son distintos los roles que los integrantes de la pareja asumen: el que abandona y el que es abandonado. Sin embargo, quien toma la decisión debería estar consciente a partir de dónde lo está haciendo, ya que si el problema central que lo llevó a considerar esta opción como válida no es resuelto, es muy probable que éste quede como asunto inconcluso que, al no hacer frente, quedará como un pendiente que seguramente volverá a presentarse en sus próximas relaciones de pareja.
Ahora, también hay que tener en cuenta que un divorcio se conforma de diferentes etapas: el pre divorcio, el trans divorcio y el post divorcio, y los efectos en cada una de las anteriores, son distintos.
Un proceso de divorcio, también tiene importantes consecuencias cuando hay hijos de por medio. No solamente se trata de resolver lo legal como la custodia y la pensión alimenticia; al decidir divorciarse los padres deberán de considerar la manera de comunicar la noticia a la familia, la contención y el apoyo que los chicos van a requerir a lo largo del periodo de separación, el impacto pisco social que van a sufrir, los riesgos que pueden enfrentar dependiendo de la etapa de desarrollo en la que se encuentren, los sentimientos que pueden llegar a brotar y el manejo adecuado de estos, el cambio de hábitos en su rutina diaria, entre otros.
Y, ¿qué se puede hacer para aminorar el impacto del divorcio en la familia? La manera en que los niños y jóvenes asimilan un proceso de separación es muy distinto a como lo hacemos los adultos. Inclusive estos pueden presentar sentimientos de temor, inseguridad, culpa, rechazo, rabia y soledad, que habrá que aprender a canalizar correctamente.
A continuación se mencionan algunas recomendaciones:
- Explicarle a los hijos que lo que se separa es la pareja y que la relación parental se mantiene, es decir, que su rol continúa siendo el mismo en el sistema familiar, reduce los niveles de ansiedad que pudieran presentar.
- Anteponer sus necesidades deberá ser siempre prioridad. Lograr acuerdos económicos justos y equitativos, como es el caso de la pensión alimenticia y el lugar de residencia, brinda seguridad y bienestar general.
- Evitar que los padres se enganchen en emociones negativas y que sean sensibles a los cambios que los chicos enfrentan.
- Definir y establecer reglas y normas nutricias, que se respeten de un lado y de otro, permitirá que la jerarquía parental sea una guía y un referente de autoridad para los hijos.
- Generar acuerdos y comunicárselos desde un principio ayuda a que los chicos sepan qué esperar de la nueva dinámica familiar.
Ahora bien, para dar la noticia a los hijos se sugiere:
- Tomar en cuenta su etapa de desarrollo, no es lo mismo un niño que se encuentra en etapa pre escolar, que uno en escolar o un adolescente, ya que el desarrollo cognitivo es distinto.
- Tanto la madre como el padre deberán estar presentes al momento de hacerlo. Encontrar el lugar y la forma propicia, brinda intimidad y cohesión familiar, a pesar de las circunstancias.
- No involucrar a terceros como otros miembros de la familia y/o amigos, ya que la información debe de venir directamente de los padres.
- Explicarles en qué consiste el divorcio y los cambios venideros. Transmitírselos en sentido positivo, no buscar responsables, ni hacerlos sentir culpables, así como hacerles saber de los intentos fallidos por reestructurar la pareja.
- Asegurarles libertad de expresión en cuanto a sus sentimientos, monitorear continuamente su estado emocional y evitar que asuman el rol de árbitros.
Durante y posterior al proceso de divorcio es común que los hijos presenten conflictos de lealtad con alguno de los padres, por lo que habrá que tener cuidado en la manera en que la ex pareja se conduce entre si. Asimismo, los chicos pueden presentar fantasías de reconciliación entre los padres, por lo que habrá que comunicares que la decisión es inmutable, ya que esto genera claridad y certeza acerca de qué esperar en el presente y futuro con respecto a su familia.
Algunos riesgos que los chicos pueden llegar a enfrentar son baja en el rendimiento escolar, conductas rebeldes, falta de esperanza, la idea de que crecer duele, problemas de autoimagen, confusión en cuanto a su identidad, por mencionar algunos.
Si tu y tu familia se encuentran atravesando una situación similar, es momento de tomar en cuenta todas las consecuencias que se pueden desprender de un divorcio y cuestionarse si en realidad esta es la solución. Tomarse un tiempo para reflexionar antes de iniciar un proceso de separación y revisar a partir de dónde se toma la decisión nos convierte en personas responsables y conscientes. Puede que sea mucho más reparador preguntarnos qué es aquello que nuestra pareja nos proyecta que no queremos aceptar, analizar si lo podemos modificar y trabajar en ello antes de separarnos.
En ocasiones el divorcio puede fungir como un paliativo pues no resuelve el conflicto de origen y puede parecer un alivio en un principio. En otras situaciones puede que sea necesario porque realmente rebasa nuestros límites y estanca nuestro desarrollo personal, aunque también puede resultar un remedio curativo, cuando decidimos sanar la herida de fondo y reestructurarnos a partir de ahí.