Hace alrededor de ocho años que me incorporé en el mundo de la psicoterapia y posteriormente en el campo de la sexualidad, de manera profesional. Fueron una serie de casualidades y de circunstancias las que me llevaron a incursionar en algo que era totalmente ajeno a mí, puesto que en ese entonces y a mi edad, era impensable iniciar una nueva carrera profesional cuando ya llevaba muchos años desempeñándome en otra.
En un inicio tuve que enfrentar una serie de cuestionamientos y una especie de escepticismo, tanto mía como de otras personas, acerca de mi capacidad para poder desarrollarme en esta nueva área de trabajo que definitivamente requiere de una constante actualización, especialización y trabajo personal para transmitir el mensaje adecuado.
Hoy, que es justamente día del maestro en México, pensé en escribir un poco acerca de mi experiencia personal en el área de la educación sexual y encuentro que la respuesta al por qué decidí profundizar cada vez más en la materia y dedicar gran parte de mi tiempo a esta noble labor es porque soy mujer. Y es que si hago un recorrido de mi historia personal, definitivamente el ser mujer ha moldeado cada una de mis experiencias personales y me ha llevado a tomar decisiones y a vivir situaciones que por supuesto han marcado mi camino por esta vida.
Lo que en resumidas cuentas quiero decir es que, en pleno siglo XXI, un periodo de grandes avances tecnológicos y formas innovadoras de comunicación, ser mujer tiene muchas implicaciones pues son aún, en gran medida, los estereotipos sociales los que definen la manera en cómo ejercemos nuestra sexualidad.
Es a partir de mitos y prejuicios que, por ejemplo, definimos la manera en que nos vinculamos con nuestro propio cuerpo y sus sensaciones; la forma en que nos relacionamos con nuestro mismo género o con el otro sexo; la confianza que podemos llegar a sentir para expresar nuestro erotismo; la posibilidad de asumir roles que en ocasiones son considerados exclusivos para los hombres ; o nuestro grado de libertad por decidir si queremos ser madres o no, sin tener que ser cuestionadas por el camino que elijamos.
Y es que a veces es cansado ser mujer, por el simple hecho de tener que justificar nuestras necesidades, decisiones, deseos y gustos ante los demás, y porque no decirlo, ante nosotras mismas. Creo firmemente que es justamente la educación sexual lo que hace y seguirá haciendo la diferencia en la manera en que como mujeres asumiremos la capacidad de expresar este aspecto de nuestra personalidad de forma libre y responsable.
Agradezco enormemente la oportunidad de educar. Gracias a mis pacientes y alumnos, hombre y mujeres, por mostrarme a través de sus propios relatos de vida todos los rincones de la sexualidad que aún necesitamos explorar y en los que hay que trabajar para dignificar el rol femenino en nuestra sociedad.