Existe una diversidad de definiciones para las emociones y es el contexto en el que se nombran lo que determinado su significado.
La palabra emoción se deriva del latín moveré, que quiere decir “mover”, y, efectivamente, éstas se viven y se sienten como una forma de movimiento, un anuncio de que algo está sucediendo en nosotros.
Las emociones son una forma de conocer el mundo y de conocernos a nosotros mismos, pueden ser activadas por causas externas como por ejemplo al enojarnos a causa de alguna situación que interpretamos como injusta o por causas internas como al sentirnos alegres sin una razón específica.
En general, las personas solemos confundir los términos “sensación”, “emoción” y “sentimiento”, y esto es debido a que los tres se relacionan entre sí y forman parte de un proceso emocional en el que una precede a la otra.
Las sensaciones tienen que ver más con una respuesta física a determinados estímulos, son más corporales y están relacionadas con los sentidos. Las emociones tienen cierta implicación psicológica, aunque también las podemos ubicar en términos de energía corporal. Al nombrarlas y exteriorizarlas nos permiten relacionarnos en forma más tangible con otros y compartir experiencias. Las emociones son una especie de puente entre las sensaciones y los sentimientos, son avisos inmediatos y pasajeros que tienen una intención.
Por su parte, los sentimientos se ubican a un nivel más cognitivo. Les damos una interpretación, tienen una simbolización personal como resultado de la experiencia personal y su duración es mucho más prolongada que las emociones y por supuesto que las sensaciones.
Las emociones primarias, que son con las que nacemos, tienen un sentido de supervivencia, estas son el miedo, la alegría, el afecto, la tristeza y el enojo y nos hablan de necesidades propias. Por ejemplo, al sentir enojo buscamos poner límites; el miedo nos permite entrar en un estado de alerta cuando pensamos que una situación puede ponernos en peligro; la tristeza nos habla de una búsqueda de reflexión y necesidad de retraernos del exterior; el afecto hace que nos queramos vincular con otros y la alegría nos refiere al entusiasmo por existir.
Es por esto que si nos remitimos a la introducción de este artículo donde se menciona que las emociones son movimiento, es porque efectivamente lo son. Es ahí donde radica su importancia, en el hecho que aparecen en el momento en que nos quieren mostrar algo.
A lo largo de los años hemos aprendido a darle un peso mucho más importante a lo racional, nos enseñan a que es mejor controlar las emociones que expresarlas, solemos pensar que las personas inteligentes y sensatas son aquellas que lo saben hacer. Frases como “no estés triste”, “el que se enoja pierde”, no resuelven nada y solamente nos dejan estancados en una sensación de malestar por reprimirnos.
Es importante darle su justo valor y equilibrio a cada parte de nuestro ser. Al quedarnos con lo que sentimos y no expresarlo, se acumula en nuestro interior una energía que se convierte en síntoma.
Escucha a tu cuerpo, escúchate a ti mismo, dale cabida a tu sentir.