Sexualidad y discapacidad.

In Educadores, Mitos y Realidades, Padres de Familia by Ale PrietoLeave a Comment

A través de los siglos y en distintas culturas, han persistido una serie de mitos alrededor de la sexualidad de las personas con discapacidad, lo cual les niega la oportunidad de vivenciar un sano desarrollo sexual y como consecuencia omite un aspecto importante de su personalidad e inclusive los expone a experimentar situaciones de riesgo como el abuso sexual.

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Antes de hablar un poco más de la sexualidad en personas con discapacidad, creo que es importante señalar que la sexualidad es un proceso de vida, que inicia desde la infancia y concluye hasta que morimos, que se manifiesta de diversas maneras en distintas etapas de la vida y que tiene que ver con la parte física, biológica, emocional, psicológica, social y, hasta espiritual, que no es exclusiva de un género, ni de una etapa de vida, ni de ciertas orientaciones sexuales, ni estereotipos de belleza, ni de determinadas maneras de vincularse.

Desafortunadamente, son en ocasiones, las creencias obsoletas, los prejuicios y la falta de información, lo que construye nuestra sexualidad en el día a día y a partir de ahí es que como sociedad definimos lo que está “bien” o “mal”.

En este sentido, existen unas serie de mitos alrededor de las personas con discapacidad, como aquel que los posiciona como “seres especiales” cuyos órganos sexuales, están hechos únicamente para cumplir con funciones vitales, como borrándolos de su cuerpo y anulando una parte importante de su identidad sexual.

Otro, es que estos niños, niñas y adolescentes, carecen de la posibilidad de experimentar sentimientos sexuales, convirtiéndolos en personas asexuadas, es decir, únicamente capaces de vincularse consigo mismo y con otros de forma afectiva, negándoles la capacidad de sentir placer y deseo sexual.

Otra falsa creencia es que «si se les permite sentir», como si el deseo fuera algo controlable, serán entonces incapaces de controlar sus impulsos sexuales al momento de tenerlos, estereotipándolos de manera negativa.

En este sentido hago énfasis en la importancia de la educación sexual en las personas con incapacidad a la medida de sus necesidades y posibilidades, con el fin de desarrollarse de manera integral, respetarse a si mismos y a los otros, así como prevenir que vivan situaciones de abuso. Es importante señalar que los derechos sexuales, basados en los derechos humanos, fueron creados para procurar el bienestar de todas las personas y lograr los estándares más altos de salud sexual.

Es así que la Asociación Mundial para la Salud Sexual declara “que la igualdad y la no discriminación son fundamento para la protección y promoción de todos los derechos humanos, e incluye la prohibición de toda distinción, exclusión o restricción por motivos de raza, etnicidad, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento, o cualquier otra condición, incluida la discapacidad, edad, nacionalidad, estado civil y familiar, orientación sexual e identidad de género, estado de salud, lugar de residencia, situación social y económica”.

Imaginemos que en nuestra comunidad contáramos con espacios de educación sexual en los que los niños, las niñas y adolescentes discapacitados fueran contenidos y escuchados en la expresión de sus dudas, temores, alegrías, deseos, fantasías y que a su vez fueran guiados y orientados por expertos en la materia para ayudarlos a identificar todo aquello que posibilite su sano desarrollo sexual, a reconocer sus límites, y a su vez, a darles las herramientas necesarias para cuidar de sí mismos. Espacios en los que también los padres, maestros y tutores, alrededor de la vida de estos y estas menores, recibieran capacitación acerca del manejo de estos temas tanto en el hogar como en la escuela.

Es importante señalar que, al pensar que estos chicos y chicas son «asexuados», no evitamos el riesgo de que puedan ser abusados por personas a su alrededor, que eviten un embarazo no deseado o el contagio de alguna infección de transmisión sexual, sino todo lo contrario, al no informarlos, ni prepararlos, los dejamos vulnerables a sufrir.

Y para concluir y a manera de reflexión quiero lanzar la siguiente pregunta: ¿quién es mas incapacitado, aquel que por razones ajenas a su voluntad vive con ciertas limitaciones físicas, mentales o cognitivas, por mencionar algunas, o aquellos que a través de sus juicios  y miedos incapacitan a quienes no eligieron vivir así?

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