Cuando escuchamos la palabra “conflicto” vienen a nosotros una serie de ideas, pensamientos, sensaciones, emociones y sentimientos relacionados con aspectos negativos de la vida. De hecho, en el contexto social y cultural en que el que crecimos algunos de nosotros, aprendimos que los problemas son, en ocasiones, situaciones que debemos evadir e ignorar. Cuántas veces no nos dijeron nuestros padres y amigos “el que se enoja pierde”, ya que tampoco nos enseñaron el lado saludable del enojo, ese que tienen que ver con aprender a poner límites y mostrar nuestra inconformidad ante aquello que no nos agrada.
A lo largo del camino aprendimos que evitar desencuentros es una manera de resolver, cuando en realidad estos asuntos inconclusos se acumulan en nuestra bandeja personal, ¿pero qué pasa cuando llega el momento de estar en pareja y nos enfrentamos a una crisis de dos? ¿Cuáles son las habilidades que deberíamos poner en práctica para mostrar nuestras diferencias en forma asertiva y lograr acuerdos mutuos? ¿Alguien nos mostró cuán benéfico puede ser un problema para volver a acomodar las cosas y reestructurar la relación? O más bien es que, ante el conflicto, ¿entramos en angustia, miedo y ansiedad y respondemos con rigidez e ira ante el otro?
Y si por el contrario, ¿echamos mano de la experiencia y actualizamos la mirada tras la cual acostumbramos a juzgar nuestras crisis de pareja?
Estar conscientes de que nada puede permanecer inmóvil o rígido, hace más tolerable la idea de que aquello que no se transforma se torna caduco y no trasciende. Estar en pareja también significa aceptar los duelos que ésta enfrentará con el paso del tiempo, no podemos esperar que todo permanezca como retrato fotográfico, si no que por el contrario, en esta vida es necesario que algo deje de ser para dar cabida a algo más adecuado a las necesidades de nuestro presente.
Si hacemos el ejercicio a nivel individual y comparamos las necesidades que teníamos hace 10 ó 15 años, nos daremos cuenta de que son distintas a las que tenemos hoy y que exactamente lo mismo sucede con las parejas. Una crisis entre dos puede significar la oportunidad de actualizar la relación, tocar con la novedad, hacer ajustes creativos que nos permitan disfrutar más y mejor la etapa actual, romper mitos y costumbres, y hasta cambiar la rutina. Claro que lo anterior siempre será posible si hay un compromiso por ambas partes; no se trata de pelear contra el otro, sino de luchar juntos por resolver la crisis y establecer nuevos parámetros.
Si estás interesado en asistir a terapia de pareja envía un correo a aleprieto@emocioneser.com.mx